Abstract
Cuando escuchamos hablar sobre violencia de género, lo asociamos de manera
automática e inconsiente a una situación de agresión física sufrida por una mujer en un
contexto de pareja, dejando de lado que la “Violencia” se materializa de formas
múltiples, perpetrada no solo por un familiar, sino también por un médico, un
empleador, e incluso por el mismo Estado.
Con respecto a éste ultimo, “Los Estados deben condenar la violencia contra la mujer y
no invocar ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para eludir su
obligación de procurar eliminarla. Los Estados deben aplicar por todos los medios
apropiados y sin demora una política encaminada a eliminar la violencia contra la
mujer”. (Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración sobre la
eliminación de la violencia contra la mujer, 1993, Artículo 4)